lunes, junio 26, 2006

Goldilocks!

Es curioso como en muchas, o algunas, o unas cuantas casas hay sillas reservadas. Te quieres sentar y te dicen: No, ahí no, que es la silla de la abuela. Y miras la silla y la ves igual a cualquier otra y no entiendes a qué viene la historia. (Y menos todavía cuando te enteras de que hace 13 años que se murió).

O en las comidas donde insisten en que las parejas esten juntas, a ser posible con el niño en medio, si es que haya. O en las bodas donde en las mesas de "solteros y solteras" tiene que ir chico, chica, chico, chica y hasta invitan al vecino aquel tan plasta simplemente para que se les quede bien equilibrada la mesa en cuanto a sexo. Y eso que no sabían que era gay. Ay, Dios!

O en el coche donde tiene que ir la novia de 23 kilos delante aunque vayan 5 por la parte de atrás, uno de los cuales pesa unos 200 kilos.

Sillas reservadas. Costumbres. Manías. No lo sé.

Con lo que me gusta a mí sentarme en el suelo... A lo mejor cuando llegue mi momento, dirán a los invitados: No, ahí no, que es la silla de la vieja! ¿Quién sabe?